Ante este tipo de situaciones, y ante aquéllas que no son susceptibles de cambio, o que no podemos modificar para que resulten más beneficiosas o llevaderas, la única vía que nos queda es “mirar hacia dentro”. El camino es, por tanto, desarrollar y estimular nuestra resiliencia, o nuestra capacidad para enfrentarnos y salir incluso fortalecidos de situaciones potencialmente traumáticas.